Cuando el niño entra en la pubertad ocurren cambios fisiológicos, anatómicos, intelectuales y emocionales repentinos y muy bruscos provocando la falta de control de sus movimientos corporales y explosiones emocionales que disminuyen la seguridad en sí mismos (baja autoestima), siendo visible en la autocrítica negativa y aislándose de sus padres. Las condiciones de incertidumbre, tensión y falta de autoapoyo provoca en ellos alteraciones en el sistema nervioso. Este desequilibrio emocional da origen a experiencias disfuncionales como la depresión o ansiedad entre otros.